San Rafael, Mendoza, Argentina. |
Estas
vacaciones pintaron “gasoleras” (for english speaking friends: with a tight
budget). Por ese entonces, recién nos habíamos casado, así que no había
mucho efectivo circulante.
Teníamos listo nuestro equipo de camping y nuestro bólido de
3 puertas con su equipo de gas. Todo perfectamente organizado, como de
costumbre, salvo por un pequeño detalle: una cachorra de Labrador de 9 meses,
que una semana antes de las vacaciones decidió portarse lo suficientemente mal
como para que nadie quisiera o pudiera quedarse con ella. Y allí empezó lo que
sería una odisea: unas vacaciones en carpa, con una perra loca, inmadura y
malcriada. Como para hacerse una idea gráfica, ejemplifico nuestro viaje con
aquellas películas ochentosas en las que
Chevy Chase se iba de vacaciones con su familia, y nada salía bien…
Así llegó el día previo a nuestra salida, donde con resignación
cristiana intentamos cargar el auto, y fue cuando nos dimos cuenta que si
pretendíamos llevar todo eso, ya mismo tendríamos que cambiarlo por un camión
con acoplado. Una bolsa de 15
kg de alimento para perros, y el doble de peso en
animal, hicieron que tengamos que despojarnos de cosas innecesarias: una mesa
de camping con sus banquitos, entre otros lujos. Todo listo: correa larga,
correa corta, toalla para nadar, tacho de comida, tacho de agua…ah, y nuestras
cosas. A las 4 de la mañana, como todas las vacaciones en las que hay que
manejar, ya estábamos subiendo al auto. Los tres. Por supuesto que Violeta
nunca entendió nada. Era la quinta vez que se subía al auto, y la primera que
se despertaba temprano, así que por supuesto ladró, ladró y ladró, hasta que
intentó pasarse insistentemente desde el asiento de atrás hacia los de
adelante, hecho que motivó balizas, banquina, una charla seria entre los tres…y
que yo viajara unos cuantos kilómetros sentada atrás con ella para que Damián
no la revolee por la ventanilla.
Y finalmente lo logró, aprendió a viajar en auto, y desde entonces,
cuando ve la puerta del auto abierta, no puede soportar la tentación de tener
que subirse y atornillarse al asiento para que nadie la baje.
Pensamos que lo peor había terminado, y que llegando a
Mendoza capital para descansar y seguir manejando al otro día sería una genial
idea. Pensamos. Sería. Pero no. Contextualicemos el relato agregando el detalle
de que tuvimos que conseguir campings que aceptaran mascotas. Llegar casi de noche
a un camping lleno de gente, donde también hay otras mascotas (más o menos
civilizadas) no fue tarea fácil. Aprendimos que Violeta se irrita cuando la
dejamos atada a un árbol mientras hacemos algo. Y aprendimos que nosotros nos
irritamos mucho más que ella, sobre todo cuando tratamos de armar la carpa con
su agudo ladrido de fondo, y bajo la fastidiosa mirada de los campistas
vecinos. También aprendimos que a Violeta no le gusta dormir en la carpa,
después de 3 noches en las que me la pasé durmiendo sentada en el auto mientras
ella descansaba desparramada en el asiento de atrás. Todo indicaba que teníamos
dos opciones: o volver, u olvidarnos a Viole en algún lugar.
Es evidente que no hicimos ninguna de las dos cosas ya que
Violeta sigue entre nosotros, asi que continúo
contando las maravillas mendocinas.
Potrerillos:
Hermoso lugar para descansar, cerca de un enorme dique (donde Viole descubrió
su afición por la natación), y a pasitos del Aconcagua, que nos quedamos con
ganas de conocer afectados los tres por el apunamiento. Lugar clave donde
decidimos que Violeta duerme mejor en el auto y nosotros en el colchón
inflable. A descansar!!
San Rafaél, y el
Cañón del Atuel: Qué hermosos días pasamos en el camping Ayúm Elun (http://www.ayumelun.com/), en su pileta
rodeada de sierras, y el Río Atuel corriendo frente a nosotros! Ahí ya
estábamos más cancheros, entonces nos hicimos de una rutina que nos permitió
aprovechar más el tiempo: Antes de emprender alguna actividad, había que cansar
a Violeta haciéndola nadar una horita en el río. Una horita a la mañana, y una
horita a la tarde.
Después de eso, podíamos, por turnos, meternos un rato a la
pileta.
Las Leñas y Malargüe:
Allí el paisaje ya es distinto, y el clima también. Nos acercamos más a la
cordillera y usamos un poco más de abrigo, el lugar es sencillamente precioso!
No pudimos conocer Valle Hermoso, ya que es muy difícil el acceso con vehículos
comunes, así que ya está en nuestra lista de lugares a visitar en una 4x4. El
Pozo de las Ánimas y la Laguna de la Niña Encantada fueron dos de las maravillas que
visitamos en el camino.
Otros lugares que no pudimos conocer, y no por ausencia de
vehículo sino por presencia de mascota, fue la Cueva de las Brujas, y por
supuesto, las bodegas!!! cosa que Damián nunca podrá perdonarle a Violeta.
La vuelta la pegamos desde el camping de San Rafaél, bien
tempranito, todavía de noche, y habiendo dejado a todo el camping sin
electricidad cuando enchufamos el calentador eléctrico e hicimos saltar todas
las térmicas del complejo! Shhh…nos fuimos despacito, sin hacer ruido, a
desayunar a la estación de servicio….
El regreso fue largo y muy tranquilo. Violeta durmió 17 hs
seguidas en el asiento de atrás luego de sus primeras vacaciones. Nosotros,
durante 17 hs. planeamos nuestras próximas vacaciones, sin ella….
Mendoza es un lugar para volver, en invierno y sin mascota,
para aprender a esquiar, y sobre todo, para poder degustar todos esos vinos en
sus cientos de bodegas.